El acceso a la información en todos los ámbitos cambió drásticamente en el último tiempo y la ciencia no fue la excepción. Las publicaciones científicas han crecido en las últimas décadas a un ritmo exponencial. Entre 1978 y 2001 se publicaron en promedio más de 270.000 artículos científicos por año y entre 1994 y 2001 esa cantidad se incrementó en un 46%, alcanzando 2,79 millones de páginas por año*. En 2002 se informó que se habían asignado 905.090 números ISSN a publicaciones periódicas [Centre International de l’ISSN, 2008]**.
El abuso y consumo lúdico de la planta de Cannabis, sumado a su carácter ilegal, generaron en la sociedad numerosos prejuicios que tergiversaron sus verdaderos potenciales farmacológicos y dificultaron la investigación científica en nuestro país. Por esa razón debían vencerse no solo los obstáculos sino también las resistencias personales de investigadores, autoridades e instituciones. El proyecto que aquí se difunde pretende contextualizar un uso de estos productos científicamente avalado, que evite las vías alternativas actuales de producción y dispensación, sin la asistencia o intervención de un profesional farmacéutico, que puedan promover resultados perjudiciales para los pacientes. Es imprescindible, entonces, un marco normativo que otorgue un contexto de seguridad y un correcto manejo.
Nos atrevemos a afirmar que la insulina es una de las proteínas “más famosas” que existen y, los egresados de FFYB, damos fe de que es la “protagonista” de varias materias de la cursada. Sin embargo, no siempre se supo tanto acerca de esta pequeña y relevante macromolécula. Recorramos brevemente la historia de este icónico producto biofarmacéutico.
Un confinamiento al cuadrado. ¿Cómo viven el confinamiento los que ya están confinados, incluso muchos de ellos de por vida, en instituciones psiquiátricas? El ´adentro´ y el ´afuera´ parecían estar claros pero, de repente, acaece una pandemia… y los de afuera también están adentro; en un adentro otro, pero adentro, al fin.
Son diversas las investigaciones que sugieren la existencia de alteraciones psicológicas asociadas al confinamiento de larga duración, desde síntomas aislados hasta trastornos complejos, como insomnio, ansiedad, depresión, en algunos casos con un deterioro marcado de la funcionalidad y el trastorno por estrés postraumático. ¿Será posible que con esta vivencia de la humanidad en pandemia se haya logrado un mejor entendimiento de aquellos pacientes con enfermedades mentales que requieren especial atención y en muchos casos internación?
Casi permanentemente estamos conectados a internet mediante computadoras, tablets, smartphones, redes sociales, chats, páginas de contactos y más. Las cuarentenas y aislamientos sociales impuestos por la pandemia no han hecho más que incrementar estos tiempos de exposición, agravando las tecnodependencias ya existentes, y alentando el surgimiento de ellas en otras personas, mayoritaria aunque no exclusivamente, en niños y adolescentes. No saber establecer límites puede producir ansiedad, estrés y alteraciones en las conductas, además de profundizar el aislamiento.
Los países del mundo, y en especial aquellos en vías de desarrollo, se vieron afectados por el aislamiento en múltiples esferas siendo la educativa un gran desafío. Los riesgos psicosociales han sido una fuente de preocupación en los docentes, que se vio agravada durante la pandemia. Los principales síntomas estuvieron relacionados con la ansiedad, los trastornos del sueño, la irritabilidad y el nerviosismo.
Durante 2020 evidencias científicas publicadas en las bases de datos de PubMed y LitCovid demostraron la relación entre el óptimo estado de 6 vitaminas clave y su impacto sobre el funcionamiento apropiado del sistema inmunológico, así como su potencial papel en la prevención y el tratamiento de la COVID-19.
La pandemia expuso a niños y niñas a situaciones impensadas, propias de adultos, sin que estuviesen preparados emocional o psicológicamente: miedo a un enemigo invisible, al contagio y la muerte, pérdida de hábitos y rutinas, aislamiento de abuelas y abuelos, amigos y congéneres, y en los casos más graves, al duelo por la muerte de familiares. Se ha comenzado a hablar de una generación de niños ´juguetes rotos´. Si bien esto alude a menores expuestos al ojo público, a la fama, muy precozmente como los niños cantantes o actores que de modo repentino caen en el olvido, bien podría aplicarse a quienes durante este año en el mundo no pudieron disfrutar de ser niños. En todo caso, el ´juguete roto´ no deja de ser una metáfora de que todo lo que funcionaba en nuestra vida ha dejado de funcionar, de todo lo que ya no está, de que todo tiene fecha de caducidad.
Los efectos de la pandemia por la covid-19 sobre la salud mental de la población mundial son un auténtico desafío. Los equipos de salud no están exentos de ello. La exposición permanente a situaciones de estrés va horadando su capacidad de resiliencia. ¿Quė síntomas desarrollan?, ¿cómo prevenir y acompañarlos?
Durante las medidas de confinamiento y restricción de la movilidad para frenar el avance del COVID-19, la calidad del aire en los principales centros urbanos alrededor del mundo mejoró significativamente. El Área Metropolitana de Buenos Aires no fue la excepción. Pero, ¿cuáles fueron las consecuencias (si es que hubo alguna) sobre el ambiente y la salud de las personas? ¿Qué podemos aprender de esto?
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