Quizás la manera más honesta de hablar de Ramón de Torres, a quién considero mi mentor, sea desde la subjetividad absoluta.
Las cualidades que hacen de Ramón de Torres una persona única son muchas, pero si debemos enumerar las más relevantes, humildad, inteligencia y generosidad se destacan claramente. Humildad para escuchar y opinar, inteligencia para pensar desde varios ángulos cada tema, generosidad para ayudar y aconsejar a todos sin excepción.
Estas cualidades las desarrolló como profesional bioquímico y farmacéutico primero, como científico después y se manifestaron completamente en su actuación como Profesor universitario, con todo lo que ello implica.
Lo conocí en 1987. Ese año éramos muchos los que habíamos cursado dos materias que nos habían sacudido la cabeza: Química Biológica y Microbiología, buenos trabajos prácticos, docentes involucrados y preguntas inteligentes. En ese cuatrimestre casi no había ido a los teóricos, así que no conocía a los profesores más allá de alguna clase suelta.
Como varios compañeros, me anoté en ambas escuelas de Ayudantes. Fui a la primera reunión de Microbiología para ver si podía decidir en cual cátedra quedarme y ver qué perfil tenía la cátedra, y ahí es cuando conocí a Ramón de Torres, cuando dijo aquello de: - ¿"Ustedes entraron 2000 y acá llegaron 400, que piensan que pasó? " y un compañero ingresante contestó:- " ¡Que llegamos los mejores!"
Ramón, como un mago, sacó de la galera: " Los mejores se quedaron en el camino porque esto no es para gente normal"...
Y así fue, algunos ya no fuimos a la reunión de Química Biológica. Nos incorporamos a una Cátedra Universitaria en su definición más acertada, un lugar de debate microbiológico, académico, docente y filosófico. Donde las discusiones abarcaban todos los temas, desde la Guía de TP y el orden de los seminarios, hasta algún paper reciente, repartido en fotocopias; y por supuesto el rol de los futuros profesionales.
Un lugar donde los invitados para los seminarios le agradecían al Profesor Titular la posibilidad de presentar sus resultados y los auxiliares disfrutábamos las presentaciones.
Donde tres ayudantes de segunda le cuestionaron al Profesor Titular la organización de la cursada y Ramón de Torres contestó, “Si creen que lo pueden hacer mejor, adelante”, entre otros cientos de ejemplos.
Un último ejemplo, a pesar de ser nombrado Profesor emérito, dejó su despacho de Profesor titular al día siguiente de su jubilación.
Otro hecho inolvidable fueron los cursos de los sábados del Colegio Farmacéutico de la Provincia de Buenos Aires primero, y más adelante los de la Fundación Bioquímica… ¡Que experiencia!
Viajando de madrugada con el baúl del Renault 6 y luego del 12 repleto de fotocopias sin intercalar ni abrochar, con las transparencias hechas a mano.
Y con el placer de poder ver el revés de la trama de un docente exquisito, que preparaba con ansiedad hasta el más mínimo detalle lo que después, al presentar, parecía salir de manera casual, casi al descuido y con la humildad de quien parecía saber poco del tema en cuestión. Cursos en los que como en una Jam sessión y bajo su firme dirección disfruté la docencia como nunca. Cursos donde siempre todas y cada una de las presentaciones se cerraba con la clara orientación política de que los farmacéuticos y los bioquímicos son profesionales de la Salud y que la Salud es para todos o para ninguno.
Cursos en donde lo presentaban con un inmenso respeto y admiración, porque atrás del docente-divulgador había un científico enorme. Alguien que siempre tenía fotocopias a mano de papers recientes e interesantes para regalar, de los más variados temas. Un lector apasionado que hoy actualizó su estrategia y en lugar de fotocopias comparte los artículos por mail. Que los comenta y discute con el asombro del niño y la firmeza del que ya leyó tanto que sabe rápidamente lo que vale y lo que no; lo que sólo es “más de lo mismo”.
Que permitió que me formara su lado sin imponer nada, favoreciendo que me equivocara más de muchas veces para luego decir “por qué no prueban así…” Donde aprendimos que jamás se levanta el teléfono para pedir por una beca ni por un subsidio. Donde se colabora con amigos y con todos.
Pero sobre todo, donde su mirada que parecía perdida sobre la hoja con resultados, despertaba súbitamente al encontrar algo que no habíamos visto. Y también su “Probando e reprobando…” cuando un resultado no era el esperado. Pero respetando el resultado no esperado sin acomodarlo, pensando nuevas preguntas para esa respuesta inesperada.
Así, casi tan breve como me pidieron es mi resumen para la presentación del Profesor Dr. Ramón de Torres, para mí, el ejemplo de lo que debe ser un Profesor Universitario, esos que le imponen su nombre a una Cátedra, esos de los que muchos aprendimos, y de los que aún nos resta por aprender.
Prof. Dr. Marcelo Rodríguez Fermepin
Comentarios (1)
Ramón De Torres, es y siempre será un gran maestro y puedo decir de él que me ha enseñado tambíen que se debe hacer, ademas de aquello que no se debe hacer.
Apreciare por siempre haberlo conocido y mas aun haberme considerado su amigo. MAESTRO, gracias por todo.
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