“La ciencia sólo va a completar sus promesas cuando los beneficios sean compartidos equitativamente por los verdaderos pobres del mundo”, escribió Milstein en 2000, apenas dos años antes de su muerte, para refrendar su férrea concepción democrática de los conocimientos.
Cierta mañana, Eduardo se despierta y como cada día, mira el reloj de su mesa de luz pero esta vez, su vista no logra enfocar los números. Igualmente, se levanta y se lava la cara como habitualmente. Luego de un rato, descubre que su visión no ha mejorado y, un tanto asustado, llama a sus hijas para que lo lleven a una guardia. Él sabe que depende de ellas ya que, a sus 80 años no le resulta accesible trasladarse solo en transportes públicos. Una vez allí, tras una serie de estudios, el médico define el diagnóstico y le informa que existe una solución a su problema: aplicar inyecciones intravítreas que le permitirán tratar su retinopatía diabética y la degeneración macular asociada a la edad. Paradójicamente, la respuesta del médico lo “llenó” de dudas: ¿inyecciones en los ojos? ¿De qué están hechas? ¿Cómo funcionan?... Bastaron unos minutos de explicación para que Eduardo sintiera el alivio de saber que, una vez más, la ciencia había puesto a disposición de la sociedad una solución a sus problemas de salud.
¿Qué fue lo que permitió revertir la patología de Eduardo? Nada más y nada menos que un fragmento de un anticuerpo monoclonal humanizado y dirigido al factor de crecimiento del endotelio vascular de tipos A (VEGF-A). El fragmento de anticuerpo se une a su molécula blanco, impide que esta se una a los receptores y, en consecuencia, frena la neovascularización que actualmente le dificulta ver correctamente. Unos pocos días después de aplicada la inyección logra mejorar su visión.
En la actualidad, los anticuerpos monoclonales se utilizan tanto para el diagnóstico como para el tratamiento de muchas patologías. Su uso es cotidiano, y están presentes tanto en pruebas de venta libre para la detección de embarazo como en medicamentos para el tratamiento de migraña, enfermedades autoinmunes e infecciosas e, incluso, para el cáncer. Todo este abanico de posibilidades es posible gracias al doctor César Milstein quien, junto al doctor George Köhler, realizaron un invaluable aporte que mereció el Premio Nobel de Medicina en 1984.
César Milstein nació en Bahía Blanca el sábado 8 de octubre de 1927 (Buenos Aires, República Argentina) y desde muy pequeño tuvo gran curiosidad por la naturaleza y la ciencia. Siendo un niño quedó fascinado por el libro Los cazadores de microbios de Paul Krief, que le había regalado su madre. Años más tarde, estudió Ciencias Químicas en la Facultad de Ciencia Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Continuó sus estudios en Cambridge (Inglaterra), donde trabajó junto a grandes maestros y científicos, tales como Fred Sanger, Emil von Behring, Shibasaburo Kitasato y Paul Ehrlich.
Luego de sus estudios de posgrado, regresó a la Argentina. Lamentablemente, los problemas políticos ocurridos a mediados del siglo XX, hicieron que él y muchos otros científicos debieran emigrar. En 1962 César retornó a Cambridge y montó una línea de investigación acerca de los anticuerpos ya que, en esa época, se sabía muy poco sobre los mecanismos celulares y genéticos que conducen a su producción. Las dificultades técnicas para su purificación resultaban una limitación para el estudio de su estructura y función. Para salvar este inconveniente, César Milstein tuvo la magnífica idea de inmortalizar linfocitos B obtenidos de ratones inmunizados mediante su fusión con células tumorales. Necesitó un solo intento para lograr, en 1974, crear el primer hibridoma. El aislamiento y el cultivo de una única célula de hibridoma posibilitaron la obtención de un clon celular con la capacidad de diferenciarse a células plasmáticas productoras de anticuerpos idénticos entre sí y de especificidad única, que pasaron a llamarse anticuerpos monoclonales.
La técnica del hibridoma permitió producir diferentes anticuerpos, muchos de los cuales han sido autorizados para uso clínico. Se puede afirmar que los anticuerpos monoclonales “llegaron para quedarse”, y hoy en el mercado existen casi un centenar de productos basados en ellos, mientras que cientos más en estudio. Muchos de nosotros habremos escuchado hablar de ellos como estrategia para el tratamiento de la Covid-19.
Según relató el propio Milstein en una conferencia dictada en la UBA en 1999, en el momento de la creación del hibridoma ni él ni su grupo de trabajo dimensionaron la repercusión que tendría su aporte. Sin embargo, estaban convencidos de que era un procedimiento valioso para la industria y la medicina. Milstein no logró obtener la patente de su desarrollo, la cual, tras una serie de eventos confusos quedó en manos de Inglaterra. Una mirada al mercado (bio)farmacéutico actual pone de manifiesto que Milstein y su equipo fueron jugadores clave para posibilitar el desarrollo de muchos de los productos que hoy son los más ampliamente comercializados.
El legado de César Milstein incrementa su relevancia y reconocimiento con el paso del tiempo. A pesar de que tuvo que emigrar, realizó muchos viajes y dictó innumerables conferencias en las que compartió sus experiencias con la comunidad científica local. Finalmente, vale destacar que la Universidad de Cambridge instauró una beca de investigación que lleva su nombre y que está destinada exclusivamente a destacados profesionales de nacionalidad argentina. En este año del bicentenario de la UBA, no podemos dejar de expresar nuestro sincero orgullo por la formación recibida en esta casa de estudios. #ORGULLOUBA
Viviana Pujadas, Lucrecia Curto, Silvia Miranda y Adriana Carlucci
Pujadas es bioquímica por la UBA, con Residencia en Bioquímica Clínica en Hospital de Clínicas FFyB-UBA; bioquímica del área proteínas en Centro de Hematología Pavlovsky y alumna de la carrera Especialización en Biotecnología, área Bioquímico-Farmacéutica.
Curto es bioquímica y doctora por la UBA; jefa de trabajos prácticos del Departamento de Química Biológica, FFYB, UBA; docente a cargo de Atributos de Calidad de Productos Biofarmacéuticos y Vinculación Tecnológica y Desarrollo de Negocios, de la Carrera de Especialización en Biotecnología, área Bioquímico Farmaceútica.
Miranda es bioquímica, doctora por la UBA, investigadora independiente del CONICET y profesora adjunta de la Cátedra de Inmunología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica.
Carlucci es farmacéutica y doctora por la UBA; profesora asociada del Departamento de Tecnología Farmacéutica, FFYB, UBA y del Instituto Universitario del Hospital Italiano; directora de la Carrera de Especialización en Biotecnología, área Bioquímico Farmaceútica y docente a cargo de Formulación de Productos Biofarmacéuticos, de esa carrera.
Bibliografía
• https://anm.edu.ar/cesar-milstein
• https://youtube.com/watch?v=iNmbmOGMcbs&ab-channel=TECtvLaSeñaldelaCiencia
• https://youtube.com/watch?v=2zK4LVLoINO&ab_channel=VetFolio-OnlineVeterinaryCEandResources
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