La hepatitis ha sido una de las principales plagas de la humanidad. La mayoría de los avances en la identificación de los agentes causales se lograron a partir de la década de 1950 y han significado hitos que revolucionaron la medicina y la salud pública. En 2010 se instauró al 28 de julio como Día Mundial contra la Hepatitis, seis años más tarde la Organización Mundial de la Salud propuso una estrategia global para eliminar en 2030 la hepatitis viral como una amenaza para la salud pública.
Las barreras para las mujeres se volvían cada vez más infranqueables. Con esfuerzo habían logrado matricularse y graduarse en carreras universitarias superiores a fines del siglo XIX y principios del XX. Pero ejercer la docencia en sus unidades académicas les estaba vedado. Un panorama bastante generalizado en el mundo y particularmente en América latina. Relatamos aquí la ardua lucha emprendida por la farmacéutica y médica egresada de la Universidad de Buenos Aires, Julieta Lanteri, a principios del siglo pasado.
La reciente pandemia del COVID-19 incorporó al lenguaje coloquial nuevos términos. Uno de los más empleados y que resulta misterioso para el público en general es “vacunas de ARN mensajero”. En esta tecnología, la vacuna entrega moléculas diseñadas de ARN mensajero a las células del sistema inmune, y estas lo emplean como un plano para construir proteínas que normalmente serían producidas por un patógeno (como un virus). Estas moléculas proteicas estimulan, a su vez, una respuesta inmune adaptativa, que enseña al cuerpo a identificar y destruir al correspondiente patógeno.
En nuestros intestinos hay un mundo microscópico viviente, que recibe el nombre de microbiota intestinal. Los billones de organismos que componen esta comunidad forman lo que hoy se considera como un “nuevo órgano”; al punto tal que suele hablarse de la microbiota como un ´segundo cerebro´ cuyas funciones específicas son claves en el mantenimiento de la salud. Una situación análoga puede observarse en el caso de la microbiota cutánea, considerada por algunos investigadores como la cuarta capa de la piel. También estudios actuales sugieren que el estrés tiene efectos significativos en la composición de la microbiota, y viceversa. Aunque este abordaje muestra un crecimiento notable, los expertos destacan que es necesario ampliar y profundizar las investigaciones, evaluaciones y pruebas en este campo.
Las investigaciones han demostrado que, además de la barrera cutánea, hay otra línea de defensa que protege la piel de las agresiones externas: la microbiota cutánea, antiguamente denominada flora cutánea. Existe evidencia de la posible eficacia de los probióticos orales en la regeneración de esta flora y su beneficio en pacientes con dermatitis atópica, aunque todavía las autoridades regulatorias internacionales no han aprobado esa alegación.
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