El estudio de las diferencias generacionales es una línea de investigación que viene creciendo fuertemente en Psicología, en particular durante las últimas dos décadas. Saber a qué generación pertenecemos nos permite entender mejor el inevitable choque generacional, la nostalgia de que “todo tiempo pasado fue mejor”, y el sentimiento de las nuevas generaciones de que hay muchas cosas el mundo por cambiar y a nadie parece importarle. Es probable que los educadores tengan que adaptar sus prácticas pedagógicas a un nuevo perfil de estudiantes: los centennials. El trabajo puede resultar desafiante para el educador, pero también una oportunidad para conocer de cerca alumnos que ven, piensan y sienten el mundo de manera distinta.
¿QUÉ SON LAS GENERACIONES?
Ya sea que hablemos de centennials o millennials, lo primero que hay que decir es que una generación describe grupos de individuos nacidos en una misma ventana de tiempo y que comparten un mismo contexto y experiencias culturales similares. Esto hay que subrayarlo, no se trata sólo de “los más jóvenes” o “la gente entre 40 y 50 años”, la idea de generación, como objeto de estudio científico, involucra sí un grupo etario, pero que ha compartido un ambiente social y cultural muy parecido, dejando una huella en aquellos aspectos de nuestra identidad que podemos atribuir a la socialización. Por este motivo, personas que pertenecen a una misma generación suelen ser parecidos entre sí (desde sus gustos musicales, sentido del humor, hasta aquellas cuestiones relativas a los valores, la visión de mundo, e incluso su perfil de salud mental).
En nuestro día a día veremos que es frecuente que las personas observen estas diferencias generacionales, a veces connotando el fenómeno de manera positiva (por ejemplo, “viste con la tecnología cómo aprenden todo más rápido”), pero también de manera negativa (“estos chicos de ahora no valoran las cosas”, “no se pueden concentrar en nada”, etc.). Como siempre sucede en el campo científico, estas observaciones tienen un valor anecdótico y muy limitado, pero es cierto que son las manifestaciones más superficiales del hecho de que el tiempo pasa, la sociedad cambia y, entonces, distintas generaciones conviven con identidades y valores diferenciados.
¿CÓMO PODEMOS SABER A QUÉ GENERACIÓN PERTENECEMOS?
La forma más sencilla es de acuerdo con el año de nacimiento, los investigadores más importantes en la temática, como Jean Twenge, Jonathan Haidt en EE.UU., o Bobby Duffy en el Reino Unido, encuentran consenso en que estas son las generaciones más recientes:
Baby boomers: 1945-1964
Generación X: 1965-1980
Millennials: 1980-1996
Centennials: 1997-2012
Los años de corte entre una generación y otra, si bien son orientativos, se establecen de manera algo arbitraria, tomando como base datos poblacionales (por ejemplo, el boom de la natalidad después de la segunda guerra mundial), eventos históricos (la caída del muro de Berlín) y cambios culturales más amplios (por ejemplo, nuevos modelos de crianza, o la omnipresencia de dispositivos tecnológicos en nuestro día a día).
De manera más rigurosa, los referentes en la materia subrayan que el concepto de generación, como entidad psicológica y social, no es un constructo categórico y monolítico, de manera que todos aquellos nacidos a partir del 1 de enero de 1997 son centennials y aquel que nació el 31 de diciembre de 1996 es millennial. En efecto, estos conceptos funcionan más bien de manera dimensional (como la mayoría de los constructos en psicología), capturando muy bien el fenómeno de manera general, pero con bordes difusos e imprecisos.
No obstante, la idea de que existen “generaciones” sigue en pie: así como una persona que nació en 1980 y otra en 1983 probablemente se críen en un ambiente cultural muy similar, también es cierto que una persona que nació en 1980 y otra en el año 2000 van a tener experiencias culturales muy distintas que encuadren su biografía personal.
También saber a qué generación pertenecemos nos permite entender mejor el inevitable choque generacional, la nostalgia de que “todo tiempo pasado fue mejor”, y el sentimiento de las nuevas generaciones de que hay muchas cosas el mundo por cambiar y a nadie parece importarle.
¿QUÉ CARACTERÍSTICAS TIENEN LOS CENTENNIALS?
Si bien cuánto más se investiga más consistente parece la identidad y los atributos de esta generación, es importante aclarar que los datos y teorías que utilizamos para comprender a las nuevas generaciones provienen de los países más desarrollados (fundamentalmente Europa y EE.UU), y siguen el perfil de individuos con un nivel educativo relativamente alto, perteneciente a zonas urbanas y con amplio acceso a internet, redes sociales y los consumos culturales típicos de esta época (por ejemplo, los servicios de streaming, en contraste con la TV o el cable). Esto puede o no aplicar a los jóvenes en la Argentina, de hecho es el tema que actualmente me encuentro investigando junto a mi equipo en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). Asimismo, el concepto actual de generaciones parece ganar más consistencia también porque, independientemente del país en el que uno viva, las fuerzas culturales que nos atraviesan cada vez se vuelven más homogéneas en este mundo postinternet.
¿Cómo son los centennials? En principio, son la primera generación en la historia que creció con un smartphone en la mano durante su adolescencia, es decir, durante los años más formativos para la personalidad. Esto es algo que ya marca una diferencia con generaciones previas. Los centennials no conciben un mundo en el que no haya siempre internet y un acceso ilimitado a videos, música e información de todas partes del mundo. Esto deja una huella en la forma en la que ven el mundo, en la medida en que la distinción entre la vida online y offline se vuelve borrosa y casi inexistente, lo público y lo privado casi que entran en la misma categoría.
Otra fuerza cultural por la que están muy influidos es el individualismo (una tendencia que empieza algunas generaciones atrás). Es decir, la importancia de la persona por encima de cualquier presión o convención social, este es el motivo por el que muchas de las banderas de cambio de los centennials tienen que ver con el respeto y la igualdad para todas las personas, sin importar su género, raza, clase u orientación sexual.
Acompañando esta tendencia, los niveles de religiosidad de esta generación están en un mínimo histórico, la gran mayoría no se considera parte de ninguna de las grandes religiones y muchos deliberadamente le dan la espalda a la fe religiosa. Otra vez, aparece el tema de que la vida es una construcción propia y no requiere seguir ningún camino preestablecido. Quizás también por este motivo sea que al menos la mitad se etiqueta como “a-político”. No es que los más jóvenes no tengan convicciones políticas (pensemos en la lucha por combatir el cambio climático, el feminismo de tercera ola, o apoyar los derechos de las minorías sexuales, consignas muy propias de esta nueva generación), pero difícilmente eso se traduzca en el apoyo convencido a un partido político o la militancia tradicional. En su lugar, estamos observando el surgimiento de nuevas formas de activismo social y político.
Otra característica muy notoria de los centennials es lo que los investigadores llaman la estrategia de “crecer lento”, algo que también se observa en el campo de la Biología. Esto significa que los adolescentes y jóvenes actuales demoran más en involucrarse en aquellas actividades propias de la adultez: tener su primer trabajo, su primera relación sexual, irse a vivir solos, consumir alcohol y, de manera general, vivir sin ayuda de sus padres. Esto no es bueno ni malo en sí mismo, pero sí es la consecuencia de estilos de crianza con mucha sobreprotección y supervisión adulta (recordemos que las familias cada vez son más pequeñas en número, lo que hace que cada integrante reciba mayor atención y recursos).
El único punto donde el alto control parental, junto con otro de los factores que estuvimos mencionando, despiertan preocupación entre los investigadores es que los centennials, comparados con las generaciones previas, parecen estar menos preparados para la vida adulta. Esta es una de las razones por las que también se los conoce como “la generación de cristal”. Exponerse a cualquier forma de adversidad, como pueden ser los obstáculos, desafíos y problemas propios de entrar en el mundo de los adultos, por momentos los abruma porque tienen poca experiencia para resolver problemas por sí solos, entonces los evitan o piden ayuda excesiva. El problema está en que los seres humanos crecemos y maduramos básicamente a fuerza de superar estresores y descubrir que somos capaces de mucho más de lo que originalmente pensamos. Si toda una generación demora tanto en llevar adelante estos aprendizajes básicos, no es sorpresa que después nos encontremos con que las tasas de ansiedad o depresión clínica parecen estar elevándose de manera desproporcionada. A los ojos de esta nueva generación el mundo parece más amenazante y difícil (lo cual incrementa la ansiedad) o se perciben como menos valiosos o con menor confianza en sí mismos (lo cual aumenta la desesperanza o el ánimo depresivo). Esto es algo que, de manera informal, reportan sobre todo educadores y profesionales de la salud mental cuando trabajan con este segmento poblacional.
Por este motivo, la conclusión es que los centennials parecen estar menos preparados para resolver problemas de manera autónoma, en particular, aquellos que tienen que ver directamente con madurar y hacer vida de adultos.
¿QUÉ ESTRATEGIAS PUEDEN AYUDAR A LOS EDUCADORES PARA FAVORECER EL APRENDIZAJE DE LOS CENTENNIALS?
Es probable que los educadores tengan que adaptar sus prácticas pedagógicas a este nuevo perfil de estudiantes.
Lejos de generar un estereotipo de todos los jóvenes, es importante entender primero que muchos de sus alumnos van a exhibir los atributos que antes mencionamos, en otros la adopción de la identidad centennial será parcial, mientras que otro conjunto de alumnos parecerán “inmunes” a su clima de época. Aquí nos concentraremos en aquellos más vulnerables.
Los referentes en el tema vienen sugiriendo que, dentro de un clima de tanto control parental, es importante que los educadores no repitan este mismo patrón (bajando los estándares de evaluación o dictado de clases) y, al mismo tiempo, no desconocer la audiencia con la que están trabajando (que requerirá un cambio en las reglas de juego para favorecer su maduración psicológica y el buen rendimiento).
En los casos más problemáticos (postergación patológica, abandonos) es clave recordar que una porción no menor de estos alumnos presenta un trastorno de ansiedad o depresivo que merece atención clínica (casi un 25 %); en este sentido, es importante que las instituciones dispongan de mecanismos para facilitar su detección y alentar la consulta en lugar de que simplemente “tengan coraje”, o “tengan confianza”. Estos son problemas de salud mental que deben priorizarse antes de la demanda por el rendimiento académico.
Para los casos que no están en un extremo tan problemático, hay varias sugerencias pedagógicas que se vienen implementando con éxito y tienen sentido en el contexto de la psicología de un centennial. Tres ideas merecen ser consideradas:
En primer lugar, establecer alguna forma de mentoría de pares, es decir, alumnos un poco más avanzados que pueden introducir a los recién llegados en las demandas de la vida académica, mostrándoles que requieren un nuevo repertorio de hábitos, y la evidencia (ellos mismos) de que estos ajustes son posibles y no solo brindan experiencias exitosas en lo académico, sino también en lo personal. Aprender de pares y no de figuras de autoridad puede ser un paso hacia la autonomía y la confianza.
En segundo lugar, los sistemas de evaluación deberían ser progresivos y a intervalos regulares. En psicología se suele hablar de “inocular estrés”, la idea es estresarlos pero gradualmente y en menor medida para que así construyan mejores “defensas”. El modelo de largos períodos de estudio seguidos por un examen enorme y muy abarcador puede no ser la mejor idea para esta generación que ya de por sí tiene facilidad para abrumarse con los estresores de rango medio o alto. El estudio como una suerte de camino escalonado de evaluación y aprendizaje, a largo plazo, los prepara mejor para instancias como finales o exámenes integradores.
Por último, un principio de utilidad para el docente y la construcción de mejores aulas es el de “humanidad compartida”, evitar por todos los medios que el espacio de aprendizaje se convierta en alumnos vs. profesores, en la era de la polarización y los antagonismos irreconciliables, sería deseable que el aula no repita esta lógica de “buenos” y “malos”. Una intervención pedagógica útil puede ser la “declaración de principios”, donde el educador empieza el dictado de clases empatizando con el lugar en el que están ahora los alumnos, siendo honesto acerca de las dificultades y exigencias que representa la asignatura o materia, pero también subrayando todos los beneficios personales y académicos que significa avanzar con los objetivos de aprendizaje (y no sólo la idea de “sacarse de encima una materia”). Una vez más, se trata de no repetir el viejo conflicto intergeneracional donde ambas partes se sienten incomprendidas. En algún punto, consiste en transmitir que tanto el alumno como el docente están subidos al mismo barco, solo que con distintos roles pero con objetivos similares. Reducir la distancia con el estudiante garantiza mayor empatía y compromiso.
Así planteado, el trabajo puede resultar desafiante para el educador, pero también una oportunidad para conocer de cerca alumnos que ven, piensan y sienten el mundo de manera distinta, recordando siempre que todos alguna vez estuvimos en ese lugar.
Patricio López Salazar es licenciado en Psicología por la Universidad de Buenos Aires (UBA), psicólogo clínico especializado en trastornos de ansiedad (AATA), profesor adjunto de Psicopatología, Universidad Argentina de la Empresa (UADE), investigador (UADE-INSOD).
IG: @centennialsargentina
Entrevistó: Analía Tomat, doctora en Bioquímica por la UBA, profesora adjunta, Cátedra de Fisiología, Facultad de Farmacia y Bioquímica, UBA, y miembro del Comité editorial de FFyB En Foco.
*Nota final: actualmente el Lic. Patricio López Salazar y equipo realizan una investigación acerca de las actitudes, los comportamientos y los indicadores de salud mental en las distintas generaciones (¡no sólo los centennials!). Podes participar de la encuesta con el siguiente link:
https://forms.gle/Cz4D9b8RDyEt1xpX7
O bien entrando al IG de la investigación, donde adicionalmente hay más información y recursos para los interesados: @centennialsargentina
Bibliografía de referencia
Twenge, J. M. (2017). iGen: Why today's super-connected kids are growing up less rebellious, more tolerant, less happy--and completely unprepared for adulthood and what that means for the rest of us. New York: Simon and Schuster.
Haidt, J., & Lukianoff, G. (2018). The coddling of the American mind: How good intentions and bad ideas are setting up a generation for failure. New York: Penguin Books.
Duffy, B. (2021). The generation myth: why when you're born matters less than you think. Hachette UK.
Twenge, J. M. (2023). Generations: The Real Differences Between Gen Z, Millennials, Gen X, Boomers, and Silents. New York: Simon and Schuster.
Dejar un comentario