Los casos reales y ficcionales constituyen reconocidas estrategias didácticas y de divulgación, con probada eficacia en las mediaciones tanto dentro del aula como fuera de ella, por caso, en las actividades extracurriculares. Esa fue la estrategia que docentes e investigadores de las cátedras de Farmacotecnia I, Calidad de Medicamentos y Química Analítica pusieron en marcha durante las actividades que desarrollaron en la Semana de la Ciencia.
Resulta relevante no solo qué y cómo se aprende, sino muy particularmente cómo esos conocimientos prestan utilidad a diversas demandas de la sociedad y para resolver qué problemas se aplican.
El caso. La crónica policial ha sacudido a la rancia aristocracia al dar cuenta de una muerte tan súbita como sospechosa. El acaudalado empresario Arnoldo De Alveris fue hallado por la servidumbre en el salón de lectura de su palacio. El mayordomo Archibaldo Renier describió que lo encontró “sentado en su butaca orejera preferida, su cuerpo levemente inclinado hacia la derecha y su brazo derecho extendido con el dedo índice casi tocando el suelo”, en actitud clara de señalamiento hacia unos papeles desparramados. Vanos fueron los intentos de reanimación. Había muerto. Se estimó que llevaba unas 12 horas de fallecido.
Junto a él, quedó parte del desayuno continental que había estado consumiendo al momento de su muerte. Una bandeja de plata, un muffin, un pocillo con té de Ceylán, jugo de naranjas recién exprimidas, un frasco con edulcorante, los diarios que acostumbraba leer, un blíster con unos comprimidos que según su esposa le habían sido indicados por su médico de cabecera, el reconocido doctor Máximo Cureta. Es que Arnoldo, excepto su diabetes bien controlada con una dieta, equilibrada pero estricta, no exhibía mayores problemas de salud. Su jovencísima y amante esposa, Jessika Florez, de 24 años —a quien Arnoldo había conocido cuando ella se desempeñaba como modelo y promotora— demostraba cuán dedicada a él estaba preparándole su desayuno preferido todas las mañanas. Por esto y otras actitudes de afecto, apoyo y comprensión, su marido había revocado recientemente el testamento favoreciéndola aún más por sobre los otros herederos.
La consigna. Los participantes, estudiantes de escuelas secundarias que habían acudido en compañía de sus profesores y auxiliares, fueron “invitados” a resolver el caso y hallar al asesino, a la asesina o a los asesinos… vaya a saber. Acompañados por investigadores y docentes de las cátedras organizadoras de la actividad, recorrieron las mesadas del laboratorio para observar y participar en el análisis de las muestras tomadas en la escena del crimen.
Se utilizaron diferentes técnicas analíticas sencillas, tanto separativas como cualitativas, tales como técnicas de cromatografía en placa, extracción en fase sólida, revelado con luz ultravioleta y revelado por cambios de medio, entre otras, que con gran atractivo visual permiten en la práctica aislar e identificar con alto grado de certeza ciertos componentes en muestras reales. Se explicó de manera amena y de fácil comprensión los fundamentos de cada técnica analítica apelando a los conocimientos que los estudiantes de colegios secundarios dominan habitualmente.
Luego de haber analizado todas las muestras, alguien resultó inequívocamente incriminado. ¿Y adivinen qué? Esta vez, el asesino no había sido el mayordomo…
Profesoras doctoras Silvia Lucangioli y Valeria Trípodi
Departamento de Tecnología Farmacéutica
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