“Hice el primer año de Ingeniería Química en la Universidad Tecnológica Nacional. En realidad, quería evitarme el CBC, por un lado. Pero también, es cierto, quería contar con sólidos basamentos químicos”, relata Juan Santiago Adán Areán. “En realidad, la madre de un amigo del secundario es farmacéutica y bioquímica egresada de nuestra Facultad, y siempre admiré lo que hacía; así que mi primera elección había sido Bioquímica, y hubiera empezado por ahí si no fuera por el CBC. Pero –aclara– en el mismo primer año comprendí que no me gustaba la Ingeniería. No imaginaba pasarme la vida en una fábrica. Quería darle un abordaje más social”.
“Algo siempre tuve claro: me gustaban tanto la Biología como la Química”, define. Así es que, finalmente hizo el CBC de la Universidad de Buenos Aires. “Me enteré allí que la Bioquímica tenía una orientación clínica, que había que ir al hospital´. Y entonces la abracé”. “Si podemos trabajar en conjunto con otras carreras de la salud –se dijo– entonces la abrazo como profesión”.
Cuando había hecho recién tres materias de la carrera –Química General, Anatomía y Matemática– se dedicó a mirar con atención los programas de las asignaturas. “Convengamos que no entendía demasiado, y es que en los primeros años las materias son muy básicas desde el punto de vista académico”, relata.
Del plan de estudios se preguntó cuál de todas las materias le llamaba la atención. “Fisicoquímica”, se respondió. Cuando se interiorizó en sus contenidos observó que incluía temas de termodinámica y que tenían mucha vinculación con ítems que había estudiado en la asignatura Biofísica del CBC, “y que me habían gustado bastante en ese momento –resalta–.Y si bien no me cerré a otras materias, me reservé esta, pues allí quería estar”.
Llegado su tiempo, cursó Fisicoquímica. Pretendía promocionarla, pero no lo logró, debió dar el final. Apenas la aprobó se inscribió en la escuela de ayudantes de la cátedra. “No me llamaron –se lamenta–. En cambio, sí llamaron a mi mejor amigo, quien no estaba interesado en esa ayudantía”. El amigo acudió a la entrevista, y en su transcurso notó que sobre el escritorio estaban los papeles de Juan, así que les comentó a sus entrevistadores que Juan sí estaba realmente interesado, desde siempre. Pocos días más tarde fue convocado para formar parte del plantel docente.
Cuando tuvo la cantidad necesaria de materias, le propuso a la doctora Silvia Álvarez, su actual jefa, que lo presente a una beca estímulo, cosa que ocurrió en 2017. “Pero –recuerda Juan— ya a partir de 2016 habían comenzado a explicarme las técnicas, el modelo que utilizaban en sus líneas de investigación. Me resultó sumamente interesante. Además, comprobé que existe un muy buen ámbito de trabajo, donde reina el compañerismo”.
Ahora bien, explica, “yo no quería que una beca me obligara a trabajar en un tema que no me gustase. Así que buscamos dentro del modelo con el que trabajan y hallamos que no había resultados para el cerebro. Entonces, me propusieron averiguar qué papel cumple la mitocondria en un cuadro de endotoxemia aguda experimental en neuronas de la corteza cerebral y también en el cerebelo. Un abordaje desde la bioenergética, la producción de ATP y el funcionamiento de la cadena respiratoria hasta el cuadro que se sufre por el estrés oxidativo”. De allí en más comenzó su desafío en los inicios de la investigación, a la par de seguir cursando y aprobando las materias de la carrera, por supuesto.
Qué se gana, qué se pierde
“Requiere de una serie importante de sacrificios personales, como dejar de ver con la frecuencia deseada a mis abuelas, dejar de asistir a cumpleaños de familiares y amigos, espaciar los encuentros con los amigos de ´fuera´, los del secundario por ejemplo”, enumera. A lo que agrega: “Mucho llanto, mucho estrés, dormir mal y poco. No poder ir al gimnasio… hasta comenzó a caérseme el pelo más que lo normal, empecé a sufrir malestares físicos, a consecuencia de estar pensando en todo lo que hay que hacer como estudiante y como partícipe de un grupo de investigación”.
Por ese mismo tiempo Juan inicio otro proyecto vital. Se puso en pareja con Franco, también estudiante avanzado, pero de Farmacia. “Todo otro desafío, de armonizar los tiempos, conocer una nueva familia, planear nuestras vidas”. Ese período fue duro, hasta que en 2017 pude encontrar un balance y comenzó a hacérseme todo más fácil. Además, me había quedado claro que realmente me gustaba hacer investigación”, enfatiza Juan.
Pero, la calma, la estabilidad no iba a durar demasiado…
“Para esa época comencé a cursar Microbiología clínica. Y allí comprendí que me fascina el hospital. ´Lo mío es el hospital´, me decía. ´Admiro lo que saben estas personas. Voy a hacer la beca estímulo en Ciencias Básicas, pero después me vuelco al hospital, porque esto es lo mío´”. Sin embargo, ya se había ´enamorado´ de la mitocondria. “Siempre vengo a la cátedra con una sonrisa, me gusta lo que hago, me gusta la gente, el ámbito laboral”, ya está decidido, me quedo aquí”, se decía.
Las zozobras cesaron… por un corto tiempo. Arrancó 2018 e inició la cursada de Bioquímica clínica I. “Otra vez la crisis”, dice. “¿Qué estoy haciendo en Ciencias básicas?, volvió a preguntarse. “Entonces, le planteé la situación a Silvia (Álvarez), que con infinita paciencia me explicó los pros y contras de la vida académica, de la vida de investigador. Pero también me conectó con profesionales que desarrollaban función hospitalaria, de modo de contar con un panorama certero”.
Nada mejor que armar un cuadro ¡comparativo!
Residencia o trabajo de investigación, ventajas y desventajas, salario, vacaciones, guardias por semana, horas totales de trabajo, horas de sueño, tiempos destinados al ocio, un detallado análisis comparativo de cada aspecto…que fue plasmado, a mano alzada, con birome y papel.
“Los resultados del cuadrito dieron por ganadora a ´RESIDENCIA´. Me fui a dormir, supuestamente ya decidido, pero la almohada me indicaba ´MITOCONDRIA´. ´Ya no voy a ser parte del equipo…´, pensaba; ´ya siento este lugar como mi casa…´, ´todo lo que aprendí, todo lo que me enseñaron…´, ´ya no voy a tener a Tami ni a Vir (las otras dos becarias de la línea)…´, ´me gusta trabajar con Silvia… ya obtuve una beca… me gusta el tema… estamos obteniendo resultados… incluso en proyectos a futuro podemos aplicarlos a la clínica, para estudiar un cuadro séptico en pacientes, por ejemplo…´, ´Me quiero quedar… quiero hacer un doctorado con ellos”.
Invierno de 2018, la charla con Juan se produce en la oficina de Silvia Álvarez, en la cátedra de Fisicoquímica. La próxima vez que nos veamos ¿será en el Hospital de Clínicas? No se trata de indecisiones ni inseguridades, sino muestras claras de la avidez de apropiarse de variados conocimientos y experiencias, al mismo tiempo que evidencia la amplitud de posibilidades que la carrera brinda.
Juan Santiago Adán Areán es estudiante avanzado de la carrera de Bioquímica y becario estímulo de la Universidad de Buenos Aires.
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