Cinco centros de investigación públicos de la Argentina pertenecientes a las facultades de Ciencias Exactas y Naturales y de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires, de la Universidad Tecnológica Nacional, sede Haedo, y del Instituto Milstein-CONICET han montado un consorcio de 27 investigadoras e investigadores, que desde hace un mes trabajan mancomunadamente en la investigación y producción de herramientas moleculares que puedan resultar de utilidad, ya sea para el diagnóstico y el tratamiento, como para el anhelado desarrollo de alguna vacuna que permita contrarrestar los embates del virus SARS-Cov-2.
Los doctores de la Universidad de Buenos Aires, bioquímicos e investigadores adjuntos del CONICET, Ernesto Román y Luis Bredeston nos ayudan, en esta entrevista, a entender los aspectos claves de este proyecto de colaboración. Son miembros del Instituto de Química y Fisicoquímica Biológicas (IQUIFIB, UBA-CONICET) con sede en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA. Sus áreas de especialidad son el estudio de la estructura-función de las proteínas de membrana.
Hace unos días ha conmovido a la opinión pública el logro de investigadores y técnicos argentinos de la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud (ANLIS) "Doctor Carlos Malbrán" quienes lograron secuenciar los genomas completos de tres pacientes argentinos con coronavirus SARS-COV-2, es decir, aplicaron un abordaje genómico. Ahora bien, ustedes están realizando un trabajo desde lo que se denomina proteómica, ¿podrían explicarnos en qué consiste?
Así es, la secuencia de los genomas permitió conocer las cepas de SARS-COV-2 que están circulando en nuestro país. A su vez, el genoma del virus codifica para las proteínas funcionales y estructurales que le permiten al virus infectar las células humanas y replicarse. El trabajo que estamos iniciando como parte de este proyecto colaborativo tiene el objetivo de producir, a partir del conocimiento de la secuencia del virus publicado, las proteínas virales que participan en la infección.
¿En qué radica la importancia de conocer la secuencia de la proteína de la cobertura del virus, su estructura y función?
Algunas de las proteínas de la cobertura del virus son las que interaccionan con receptores específicos de las células humanas y son claves en las etapas tempranas de la infección. Si de alguna manera se puede interferir en esa interacción, al menos hipotéticamente, se podría evitar la invasión de las células por el virus. De esta manera, todo lo que se pueda estudiar y conocer sobre la estructura y la función de estas proteínas es relevante. Por otro lado, conocer la secuencia de las cepas locales permitiría, eventualmente, si se encuentran diferencias con las de otras regiones, producir las proteínas-antígenos más adecuadas para la problemática local.
Uno de los objetivos del consorcio de investigación que ustedes conformaron es acelerar la investigación y el desarrollo tendientes a obtener antígenos, anticuerpos neutralizantes, o bien alguna vacuna, ¿podrían explicárnoslo?
La idea es generar estas proteínas, de las que recién hablábamos, en el laboratorio por técnicas de biología molecular, en cantidades suficientes para ser utilizadas como antígenos, y producir anticuerpos que puedan ser utilizados como herramientas diagnósticas o eventualmente en la producción de vacunas.
¿Cuán difícil es “producir” las proteínas que puedan resultar de interés?
Una de las características de este proyecto colaborativo es que incluye investigadores con diferentes expertise en la producción de proteínas de diversos orígenes y en diversos sistemas modelos. Esto es importante porque para cumplir con los objetivos propuestos hacen falta proteínas en cantidades y de una calidad determinadas. En nuestro trabajo habitual estamos acostumbrados a utilizar diferentes sistemas, por ejemplo, bacterias, levaduras, plantas, o células de mamíferos, como fábricas biológicas para la generación de proteínas específicas. De manera que confiamos en que vamos a poder producir esas proteínas virales en alguno de estos sistemas.
Se ha difundido en los medios de comunicación que el objetivo final de este proyecto colaborativo será producir esas proteínas que puedan funcionar como antígenos, con el fin de generar anticuerpos en un modelo animal, en este caso una llama, un ejemplar desarrollado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
Sí, no es nuestra especialidad, pero algunos de los miembros de este proyecto son expertos en la producción de anticuerpos y uno de los modelos más ventajosos es la llama. Debido a ciertas características especiales de los anticuerpos que produce este camélido, por ejemplo, que son más pequeños que los de otros animales y que podrían reconocer estas proteínas más eficientemente.
Bioquímico Luis Bredeston, Jefe de Trabajos Prácticos de la Cátedra de Química Biológica Patológica, Departamento de Química Biológica, Facultad de Farmacia y Bioquímica (UBA).
Bioquímico Ernesto Román, Jefe de Trabajos Prácticos de la Cátedra de Química Biológica, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA).
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