Si bien es el tumor maligno más frecuente entre las mujeres de todo el mundo, su mortalidad ha disminuido en las regiones industrializadas, como consecuencia del avance en los programas de detección precoz y los importantes avances terapéuticos realizados en los últimos años. Así, en la actualidad más de la mitad de los decesos informados ocurren en regiones de bajos o medianos ingresos.
Los anticuerpos son una de las principales armas del sistema inmune para reconocer agentes infecciosos y sustancias extrañas al organismo. Son glicoproteínas complejas expresadas en la membrana de los linfocitos B y también secretadas en forma soluble por plasmocitos (estadío final de diferenciación de estos linfocitos) que reconocen moléculas ajenas al organismo a través de regiones de reconocimiento denominadas paratopes. El sistema inmune produce diariamente miles de linfocitos B que expresan anticuerpos diferentes en cuanto a su especificidad de reconocimiento (a qué sustancia extraña o “antígeno” pueden reconocer). Este amplio repertorio de anticuerpos con especificidades distintas es lo que denominamos diversidad.
Según cifras oficiales, la tuberculosis es la primera causa de muerte por un agente infeccioso. A pesar de que se dispone de tratamientos farmacológicos orales eficaces y de bajo costo desde hace más de 50 años, el desarrollo de microorganismos resistentes ha puesto de manifiesto la necesidad de mejorar los regímenes antituberculosos. En este marco, investigadores de la Cátedra de Tecnología Farmacéutica I de la Facultad de Farmacia y Bioquímica, UBA, estudian y diseñan nuevos sistemas de administración para “vehiculizar” fármacos antituberculosos ya conocidos y que se pueden suministrar por vía pulmonar, valiéndose para ello de aproximaciones nanotecnológicas.
Según datos del Banco Mundial, entre 40 y 60 millones de personas, al menos, habrían caído en la pobreza extrema en 2020 como resultado indefectible de la pandemia de covid-19. La desnutrición, diversas enfermedades crónicas y el VIH/sida, sumado a las malas condiciones de vivienda y el hacinamiento poblacional son indeseables aliados para la progresión y el recrudecimiento de la tuberculosis, con lo que todo indica un esperable aumento de los casos en el mediano y el largo plazo. No por nada se ha venido hablando de sindemia dado que la covid no es una única patología que se abate sobre la población mundial, sino que se conjunta con otras epidemias y terminan siendo mucho más que la simple suma de ellas.
Al desatarse la pandemia de COVID-19, a principios de 2020, muchos científicos y científicas viraron su trabajo para ayudar en la lucha contra el virus Sars-CoV-2. Dos equipos de investigadoras e investigadores de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires se volcaron de lleno a producir la proteína S del coronavirus, vital para diagnóstico y prevención.
Las bases teóricas acerca de la generación y la utilización del peróxido de hidrógeno (H2O2) en células y tejidos, sumado a la determinación experimental y la cuantificación de la generación intracelular y mitocondrial de H2O2 sustentaron la revisión realizada, en 1979, por Britton Chance, Helmut Sies y Alberto Boveris (Hydroperoxide metabolism in mammalian organs, Physiol Reviews 59 (3): 527-605) en la cual se abordaron los aspectos bioquímicos, biofísicos y fisiopatológicos del metabolismo de hidroperóxidos, tanto del peróxido de hidrógeno (HOOH) como de hidroperóxidos orgánicos (ROOH), en células de mamíferos.
Contar con herramientas de diagnóstico cada vez más fiables, rápidas y económicas para detectar y efectuar seguimientos casi policíacos del SARS-CoV-2 y sus diversas variantes, constituye un objetivo clave en la contraofensiva que debe implementarse para controlar la pandemia global de la covid-19. Recientemente, la empresa bionanotecnológica argentina Chemtest, en un convenio de colaboración con investigadores de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y de las facultades de Ciencias Exactas y Naturales y de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires (UBA), desarrollaron el CHEMSTRIP COVID-19 IgM/IgG, que ya recibió la aprobación de ANMAT.
Han resultado auspiciosos los resultados del ensayo local de la Fase III de una vacuna producida en plantas contra el SARS-Cov-2 consistente en un novedoso abordaje del laboratorio canadiense Medicago, empresa biofarmacéutica originaria de Québec, que trabajó asociada con el consorcio británico GlaxoSmithKline (GSK). La vacuna resultante puede almacenarse en heladera, aspecto clave para los países en desarrollo que no tienen los recursos para mantener vacunas a temperaturas ultrafrías. Desde En Foco mantuvimos un diálogo con el líder del proyecto en la Argentina, el médico pediatra Gonzalo Pérez Marc, director del Departamento Materno-Infantil del Hospital Militar Central.
Investigadoras del Instituto de Química y Fisicoquímica Biológicas de la UBA-Conicet, junto con expertas del Instituto de Física de La Plata-Conicet, desarrollaron en un modelo animal una estrategia terapéutica híbrida que combina la terapia celular, una estrategia biológica, con la nanotecnología, dada por el direccionamiento magnético, para regenerar los nervios dañados. Los resultados fueron publicados recientemente en la revista especializada en nanobiotecnología Acta Biomaterialia y destacado por la prestigiosa revista científica Science. Se trata de una terapia no invasiva, eficaz y de costo relativamente accesible. Una de las directoras del proyecto, la doctora Patricia Setton-Avruj, describe para FFyB En Foco la estrategia terapéutica que podría en el futuro ser aplicada en humanos.
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