Las chicas y los chicos miopes ven mal de lejos el rostro de la gente, un automóvil al querer cruzar la calle y el pizarrón en el colegio. Para ver bien de lejos tienen que usar anteojos que corrijan su miopía. Hoy se puede evitar el desarrollo de la patología y también intentar detener su progreso, ya que conocemos los mecanismos por los cuales se produce.
La miopía es hoy una de las principales causas de discapacidad visual prevenible y de ceguera en todo el mundo, y su prevalencia está aumentando en muchos países. Por ejemplo, en Singapur hace solo 40 años no llegaba al 30% de la población en jóvenes; actualmente, en cambio, cerca del 85% son miopes. Lo mismo ha ocurrido en Taiwán, Corea, Hong Kong, Guangzhou y Pekín. Mientras tanto en los Estados Unidos y Europa la miopía ha aumentado en los jóvenes a cifras del 50%. En tanto, hoy en la Argentina y en Latinoamérica en general tenemos cifras, todavía, por debajo del 10-20% en los jóvenes.
Sabemos a ciencia cierta, desde hace ya varios años, que estar al aire libre y expuestos a la luz natural algunas horas por día retrasa la aparición de la miopía en los niños, y recientemente se ha demostrado que también logra retardar su progresión. Por ejemplo, en Guangzhou, una ciudad del sur de la República Popular China, grupos de niños de varias escuelas fueron retirados de las aulas durante los recreos (pues por lo común tienden a quedarse estudiando) para mantenerlos al aire libre por 40 minutos más que lo corriente, y entonces la incidencia de nuevos casos disminuyó también en forma notable. A su vez, en Taiwán, el Ministerio de Educación impuso dos horas al aire libre por día en las escuelas a nivel nacional y, como consecuencia, la prevalencia de miopía disminuyó en los últimos diez años, según el screening anual nacional que se realiza. Luego, en Taiwán, al medir con brazaletes electrónicos la exposición al aire libre de niños miopes a lo largo de los años se vio que, a más exposición, menor era la progresión de la patología.
La miopía es hoy una de las principales causas de discapacidad visual prevenible y de ceguera en todo el mundo, y su prevalencia está aumentando en muchos países.
En muchas partes del mundo la pandemia de COVID-19 ha provocado cierres de escuelas, así como restricciones en actividades fuera del hogar familiar. Esto ha producido condiciones que pueden promover la aparición y la progresión de la miopía, dado que los chicos no han tenido la posibilidad de estar al aire libre en esos períodos. Consecuentemente, el objetivo de nuestro estudio fue analizar la progresión de la miopía durante la COVID-19 en ocasión del confinamiento de los niños en sus hogares, en la República Argentina. En 16 consultorios a lo largo del país se recolectaron datos de más de 100 niños de los cuales se conocía la progresión de su miopía en 2019, que fue comparada con la que exhibieron en 2020. Encontramos que la progresión aumentó en un 30-40% durante el período de confinamiento, en comparación con el año anterior en que ellos habían pasado mayor tiempo al aire libre.
Los resultados indican, entonces, que los períodos prolongados de confinamiento efectivamente aumentan la progresión de la miopía en niños miopes, lo que puede resultar en una miopía más grave de adultos. En consecuencia, estos resultados sugieren que al diseñar restricciones de confinamiento en el hogar que impactan en los niños, es importante incorporar un mínimo de dos horas por día de aire libre en veredas, balcones, plazas u otros espacios al aire libre, tal como se hizo tempranamente con la autorización de práctica de caminatas y salidas deportivas al aire libre para evitar el sedentarismo en los adultos. Claramente, esta exposición al aire libre puede no solo prevenir la progresión de la miopía sino que hasta puede evitar su aparición. Además, tiene efectos muy importantes para la salud física y mental: son ejemplos típicos la activación de la vitamina D en la piel y la disminución de la depresión emocional. Así el Ministerio de Salud debiera impartir recomendaciones para el control de la COVID-19 que tengan en cuenta los enormes beneficios que tiene estar al aire libre para la salud de los niños.
CÓMO PREVENIR LA MIOPÍA O DETENER SU AVANCE
Los niños de edad escolar muchas veces desarrollan miopía. Se les nota porque se quejan de no ver el pizarrón en la escuela. Durante el siglo XX se creyó que la miopía era de causa genética y básicamente se corregía con lentes para ver de lejos. Si bien, hoy seguimos indicando lentes a los niños miopes, podemos además intervenir para evitar que la miopía avance. Esto es porque a partir de 2005 se descubrió que si los niños estaban dos o más horas al aire libre, casi todos los días, desarrollaban menos miopía.
Este descubrimiento del equipo australiano dirigido por Ian Morgan* fue confirmado por sucesivos trabajos una y otra vez. Y, en animales que se vuelven miopes, se pudo averiguar que la dopamina se activa con la luz y frena la aparición de la miopía. Estos hallazgos hicieron que desde 2010 se pudiera empezar a prevenir la miopía, como se ha dicho, tan solo con incluir dos horas de actividades al aire libre en los colegios de Taiwán, por una política pública dictada desde el Ministerio.
Mientras tanto durante la primera década de 2000, el hecho de leer también fue confirmado como la segunda causa de que aparezca miopía. La lectura podría estar produciendo miopía por dos causas, primero por un desenfoque que se produce al leer, y segundo por el hecho de que se leen letras negras en fondo blanco. Hoy se están probando anteojos o lentes de contacto que modifican el desenfoque durante la lectura, y en Alemania Frank Schaeffer, en su laboratorio de Tübingen está haciendo ensayos con personas que leen con contraste invertido (letras blancas en fondo negro). Ambos mecanismos podrían detener el avance de la miopía, aunque queda mucho por hacer en ese sentido.
LA MEJOR PREPARACIÓN PARA EL MUNDO ONLINE ES EL MUNDO OFFLINE
La tecnología actual nos permite comunicarnos, aprender, trabajar y navegar en diferentes plataformas, por tal motivo su uso debe ser responsable si pretendemos cuidar nuestra salud visual. La cantidad de horas en línea creció exponencialmente y por tal motivo los casos de consulta debidas a problemas oculares por el uso intensivo de pantallas han aumentado durante la pandemia de COVID-19. Así es que hoy hablamos del síndrome visual informático caracterizado por fatiga ocular, irritación conjuntival, ojo seco, visión borrosa, visión doble, cefaleas, mareos, vértigo, dolor de cuello, espalda, hombros, brazos y manos.
En la Argentina y en Latinoamérica en general tenemos cifras, todavía, por debajo del 10-20% en los jóvenes. Pero… a no descuidarse.
Estos síntomas deben llevarnos a revisar nuestra postura frente a los dispositivos electrónicos y a realizar un control oftalmológico general. Es recomendable internalizar dos reglas para nuestra vida cotidiana, una de ellas es la “20-20-20” donde cada 20 minutos de uso de la tecnología debemos descansar 20 segundos mirando a lo lejos 6 metros o 20 pies, y haciendo consciente nuestro parpadeo. La segunda regla útil es la “30-40-50”, esto es que debemos colocar a 30 cm el móvil, a 40 cm la tablet y a 50 cm la notebook o el monitor de la computadora.
Se estima que el uso prolongado en visión cercana podría favorecer el desarrollo de miopía en los niños y así llegaríamos a una nueva pandemia, por tal motivo la Sociedad Argentina de Oftalmología Infantil (SAOI) recomienda que en los niños de 0 a 2 años se debe evitar el uso de pantallas y dispositivos electrónicos; de los 2 a los 5 años se les debe limitar su uso a 1 hora por día; mientras que a los mayores a 6 años se les debe establecer límites de exposición. Por otra parte, todos debemos evitar el uso de pantallas 2 horas antes de dormir para respetar nuestro ritmo circadiano, ya que este ciclo natural de cambios físicos, mentales y de comportamiento que experimenta el cuerpo en un ciclo de 24 horas se ve afectado por la luz y la oscuridad.
Con dos horas por día de aire libre se puede prevenir la progresión de la miopía y hasta evitar su aparición.
Insistimos: para los niños recomendamos menos horas de pantallas y más actividad al aire libre. Protejamos educando a los más pequeños y seamos responsables del cuidado de nuestro cuerpo. La salud visual es nuestra gran herramienta.
* Nota ampliatoria
Los drásticos incrementos de la prevalencia de la miopía en Asia Oriental no pueden deberse a cambios genéticos, sino que tienen que ser resultado de cambios ambientales o sociales. Entonces, la carga hereditaria no desempeña un papel tan importante como se pensaba. «La miopía, considerada históricamente un trastorno sobre todo genético, es, en realidad, una enfermedad determinada socialmente», afirma Ian Morgan, uno de los autores de esta nota de divulgación.
El investigador australiano Ian Morgan y su equipo descubrieron en 2005 que si los niños estaban dos o más horas al aire libre, casi todos los días, desarrollaban menos miopía.
Morgan y sus colegas propusieron que era probable que cualquier efecto protector del tiempo pasado al aire libre estuviera mediado por el estímulo de la luz brillante para liberar el transmisor dopamina en la retina. Se sabe que la luz estimula la liberación de la dopamina, y los fármacos que imitan sus efectos reducen el crecimiento ocular. Morgan fue uno de los directores del fundacional Estudio de Miopía de Sydney. Como parte de ese estudio, Kathryn Rose, de la Universidad de Sydney, desarrolló un cuestionario exhaustivo para determinar con mayor precisión cuánto tiempo pasan los niños en los interiores y cuánto al aire libre, y qué tipos de actividades realizan en ambos entornos. Morgan sostiene que su hipótesis se fundamenta en trabajos que demuestran que los animales experimentales criados en condiciones que normalmente conducen a la miopía, pero a los que se expone a luces brillantes, no desarrollan miopía.
Además, se ha demostrado que los medicamentos que bloquean la dopamina también bloquean el efecto protector de la luz.
Carolina Picotti es médica oftalmóloga del Hospital Regional Pasteur y del Centro Médico Lisandro de la Torre, ambos de la ciudad de Villa María, Córdoba, Argentina.
Victoria Sánchez es médica oftalmóloga de la Clínica de Ojos Reyes-Giobellina y del Instituto Oulton, ambos de la ciudad de Córdoba, Argentina.
Leonardo Fernández Irigaray es médico oftalmólogo, jefe del Servicio de Estrabismo en la Clínica de ojos Dr. Nano, provincia de Buenos Aires y secretario general del Consejo Latinoamericano de Estrabismo (CLADE).
Ian G. Morgan es investigador de la Research School of Biology, de la Universidad Nacional Australiana, Canberra, Australia y del Zhongshan Ophthalmic Center, Universidad Sun Yat-sen, Guangzhou, República Popular China.
Rafael Iribarren es médico oftalmólogo de Dres. Iribarren y asociados, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
Fuente: Carolina Picotti, Carolina; Sanchez, Victoria; Fernández Irigaray, Leonardo; Morgan, Ian G.; Iribarren, Rafael. Myopia progression in children during COVID-19 home confinement in Argentina. Oftalmol Clin Exp,2021; 14(3): 156-161.
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