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La Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) ha estimado que en sus 23 países miembros unos 14 millones de niños y niñas de nivel preescolar han visto interrumpidas las clases, 46 millones en educación primaria, 44 millones en secundaria y más de 18 millones en la educación universitaria. Esto es, más de 122 millones de estudiantes en Iberoamérica han sufrido, y están sufriendo, los embates de la pandemia ocasionada por el SARS-CoV-2. Un gran interrogante es si las instituciones educativas están preparadas para afrontar las crisis generadas ante situaciones como la que vino a provocar la COVID–19.
Las instituciones educativas enfrentan tensiones organizativas en tanto buscan garantizar el cumplimiento de su rol social, en un contexto donde hasta ahora habían predominado los dispositivos de enseñanza presenciales por sobre las propuestas que incluyen tecnologías. Se hacen, así, visibles las necesidades de actualización y perfeccionamiento de los docentes, donde el uso de programas o recursos informáticos, resulta necesario, pero no suficiente, para el diseño de secuencias didácticas para la enseñanza telemática.
La educación científica a distancia en el nivel superior debe romper la lógica del reservorio para comenzar a pensar en actividades potentes. Es decir, ofrecer actividades que comprometan al estudiante con el hacer y el hacer con otro. Es imprescindible proponer alternativas para el trabajo de los docentes durante la emergencia sanitaria y el distanciamiento social. Pero, además, dejar sentadas las bases para una profunda revisión sobre la educación científica mediada por tecnología, que excede los límites de esta pandemia.
La directora del equipo de Psicólogas/os orientadoras/es de la Dirección de Orientación al Estudiante (DOE) que depende de la Subsecretaría de Orientación Universitaria de la Secretaría de Relaciones Institucionales, Cultura y Comunicación de la UBA, Licenciada Claudia Flores habla en exclusiva para En Foco sobre las estrategias que conducen a los y las estudiantes a preguntarse quiénes son y quiénes quieren ser en el marco de un proyecto con vistas al futuro deseado.
No todos aprendemos de la misma manera y eso supone el reto más desafiante para los docentes en el aula. La enseñanza requiere que provoquemos a nuestros estudiantes para que realicen diferentes actividades en diferentes entornos, virtuales y presenciales. El docente ha de promover la participación de los estudiantes, analizar sus intervenciones, ponerse en su lugar, favorecer sus procesos cognitivos, responder a sus inquietudes, estimular la reflexión y los procesos metacognitivos. Las siguientes dimensiones intentarán configurar el rol docente en las propuestas pedagógicas virtuales. Estas dimensiones se entrelazan y dicho entrecruzamiento otorga sentido a la propuesta didáctica. No pretendemos confeccionar una tipología del docente en la virtualidad sino proponer una mirada distinta.
Contar con suficiente cantidad y calidad de proteínas S de la envoltura del SARS-Cov-2 no solo resulta clave para comprender en profundidad el proceso infeccioso, sino también puede contribuir al desarrollo de nuevas técnicas de detección del virus y de posibles estrategias terapéuticas antivirales. La doctora María Victoria Miranda, del Instituto de Nanobiotecnología, junto la doctora Lucía Cavallaro y el doctor Matías Fingermann, nos explican el alcance del proyecto que encaran para producir mediante herramientas biotecnológicas esa proteína crucial.
Uno de los proyectos presentados por investigadores de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA al concurso extraordinario de Ideas-Proyecto llamado por la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i ) fue el que lidera la doctora Julieta Imperiale sobre “Producción nacional de un kit de extracción de ARN viral para diagnóstico de Covid-19”.
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